Desde el Mar Rojo al Báltico, se unifica el territorio de la guerra mundial.
Por Jorge Altamira (Política Obrera de Argentina) 6/12/2024
La guerra en Ucrania y la escalada militar del estado sionista contra el pueblo palestino y Líbano han sufrido un giro político de magnitud. El pivot de este giro, largamente preparado por “los servicios de Inteligencia de Turquía, Ucrania y Francia, con el apoyo de Israel y la aprobación de Estados Unidos” (Naked Capitalism, 2/1) es el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. En efecto, la ofensiva lanzada el 27 de noviembre pasado por la milicia islámica Hayat Tahrir al Sham (HTS), junto al Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía, contra el territorio de la República Siria, representa un golpe a la retaguardia de Rusia, comprometida en la guerra contra la OTAN en Ucrania. El HTS y ENS ocuparon en 72 horas la ciudad de Aleppo, la segunda en importancia de Siria, y en poco tiempo lo hicieron con Hama, para continuar hacia Homs, la puerta de entrada a Damasco, la capital del país (que cayó en manos de sus tropas en la madrugada del domingo 8 de diciembre NdR).
En 2015, cuando Putin envió el ejército ruso a Siria, con el propósito de prevenir la caída del gobierno sirio ante la ofensiva islámica, la recuperación de Aleppo y otras ciudades le llevó cuatro años, a costa de un bombardeo despiadado contra la población local. En 2021, Putin obtuvo un cese del fuego de parte de Erdogan, que repartió el norte del país entre fracciones islámicas controladas por Turquía o Estados Unidos, que envió tropas en apoyo de las milicias kurdas en el Kurdistán sirio. La nación kurda se encuentra repartida fundamentalmente en Turquía y el norte de Irak, y en Irán y Siria. Tres días antes de la ofensiva islámica, Erdogan y Putin habían reafirmado el cese del fuego en una conversación telefónica, que el mandatario turco violó en 72 horas. Erdogan reclama ahora “un acuerdo político integral” (Clarín, 6/12), en “alusión a un cambio de régimen”. Biden y Netanyahu han saludado, con el guiño de sus funcionarios, la guerra relámpago de las milicias proturcas.
El giro en la situación de la región ha sido propiciado por la calamidad sufrida por Hizbollah de parte de los servicios de Inteligencia y de las fuerzas armadas de Israel. El estado sionista ha estado bombardeando Siria en forma regular en la última década, con la autorización no escrita de Putin, cuyo ejército ha controlado el espacio aéreo de Siria. A partir de la guerra étnica lanzada por el estado sionista en Gaza, esos bombardeos se convirtieron en asesinatos de dirigentes y funcionarios de Irán; la guerra contra Líbano fue acompañada por ataques de mayores proporciones contra Siria, la retaguardia de Hizbollah. Putin asistió a esta aniquilación política con una completa pasividad o complicidad. La consecuencia está a la vista: Rusia se ha visto forzada a remover su flota de Tartus, en el Mediterráneo de Siria, donde estuvo asentada durante cincuenta años. La ha debido mandar al enclave de Kaliningrad, en el Báltico, ante la imposibilidad de regresar al Mar Negro por los estrechos de Turquía. Repite, de este modo, lo que hizo ante los bombardeos de Ucrania contra Crimea, cuando desplazó la flota en Sebastopol, al puerto de Novorossiysk, en la provincia rusa de Krasnodar. Para diversos observadores, el régimen del sirio Bashar al Assad, señala un estado de agotamiento final y rendición. Mientras los ojos de la prensa internacional estaban puestos en la respuesta que la OTAN darïa al avance de Rusia en el sudeste de Ucrania, y últimamente en conjeturas acerca del “plan de paz” de Trump, la OTAN convirtió su guerra en el Medio Oriente en un socavamiento geopolítico de Rusia. En cualquier escenario de negociaciones y canjes acerca de la guerra en Ucrania, la OTAN pondrá sobre la mesa el nuevo cuadro del Medio Oriente.
El involucramiento del Medio Oriente en la guerra de conjunto de la OTAN, de un lado, y Rusia y China, del otro, no comienza con esta ´blitzkrieg´ islámica preparada por Turquía, no sola sino fundamentalmente. Irán tiene en Siria fábricas de drones que producen para Rusia; es también un exportador de petróleo importante para China. Sin embargo, una unidad de la Inteligencia militar de Ucrania había atacado Aleppo hace pocas semanas y también el lado sirio de los altos del Golán. La ofensiva de las milicias islámicas contra Siria es presentada, por algunos analistas, como una oportunidad ofrecida por las guerras de Ucrania e Israel. Pero el objetivo de todo el operativo no es Siria sino incidir en el desenlace de la guerra de la OTAN contra Rusia, en el marco de las expectativas de una iniciativa de negociación por parte de Trump. La OTAN ingresa a esta negociación en una posición de fuerza que no tenía con anterioridad. Los sucesos en Siria unifican el territorio de una única y misma guerra mundial.
Pero Erdogan es un pivot de la guerra en otro escenario – el del Cáucaso sur-. En Georgia, uno de los tres países de la región, se desarrolla un movimiento golpista pro OTAN, como el que llevó al derrocamiento del último presidente proruso en Ucrania, que desató la guerra actual. Rusia ha sufrido un gran retroceso en este espacio, como consecuencia de la derrota militar de Armenia frente a Azerbaiyán, una ex república soviética aliada de Turquía. Israel tuvo un papel activo en esta guerra al ofrecer aviones de guerra a Azerbaiyán, que enfrenta conflictos con Irán por cuestiones de corredores comerciales y geopolíticos. La derrota llevó a Armenia, con anterioridad bajo la tutela del Kremlin, a los brazos de la OTAN y de Estados Unidos. El Cáucaso norte –Chechenia y Daguestán– sigue siendo una zona ‘caliente’ como resultado de la opresión de Rusia. Con la ofensiva contra el régimen sirio, Erdogan se ha convertido en una nueva pieza de la negociación de la guerra en Ucrania. Turquía ha sido un canal para el gas ruso, ante la destrucción de los gasoductos del Báltico, por parte de la OTAN y en especial a instancias de Trump, por su conexión entre el golfo Pérsico y Europa. Por esta razón también, ha servido como vehículo para que Rusia pudiera esquivar las sanciones financieras de sus enemigos, en especial a favor del Gazprobank, la rama bancaria de Gazprom. Ha protagonizado un doble juego en la guerra, en función de obtener una silla en la mesa de los canjes políticos y territoriales entre Trump y Putin.
Los reveses geopolíticos que ha sufrido Rusia en el Medio Oriente y también en el Cáucaso sur ilustran el impasse estratégico en que se ha metido la oligarquía rusa con la invasión de Ucrania, entendida como una barrera a la expansión de la OTAN. De un lado, el territorio de la guerra mundial se ha expandido y unificado; del otro, las conquistas territoriales en Ucrania, por parte de Rusia, e incluso las amenazas de extender la guerra en términos de una utilización de armas más devastadoras, se han mostrado ilusorias para la defensa nacional del país. Los trascendidos que hace llegar Trump a la prensa norteamericana acerca de su “plan de paz”, en especial al Washington Post, del multibillonario neotrumpista Jeff Bezos, son muy reveladores. Cesiones temporales de territorio a cambio de convertir a Ucrania en un estado fronterizo potente frente al ocupante ruso, que debería llevar, en un mediano plazo, a su ingreso a la Unión Europea y a la OTAN. El único obstáculo para estos designios no son las megalomanías de Putin y de quienes ven a la Rusia capitalista como un muro contra la OTAN, sino la decadencia del capitalismo; la etapa de crisis a repetición en que ha entrado; y la intervención histórica independiente de la clase obrera mundial.